miércoles, 10 de diciembre de 2014

Depas

Aquí los apartamentos los llaman departamentos. Depar para los amigos. Así que ya he encontrado un depar. En la zona pituca (pija) de San Isidro que normalmente tiene precios prohibitivos pero como mi depar es más bien diminuto, más bien oscuro, más bien viejo, con decoración de abuela y una seguridad menos garantizada de lo que me gustaría, me sale muy bien de precio.

Para los que tengáis una ceja arqueada aún, os diré que he primado la zona tranquila, el acceso a servicios, poder ir andando a la oficina y el precio.

Intentaré hacer actividades por la tarde para reducir el tiempo de depredepar al máximo. De los bares, discotecas y resto de expats en general estoy lejos.

En comparativas pasadas, es lo ya experimentado en Kinsasha de currar y vivir en Limete frente a salir en Gombe. En fin, vuelvo a estar en Limete. Pero esta vez sin coche.

En la conducción, atroces similitudes con Kinshasa. Ahí lo dejo. Las grandes distancias requieren logística para moverte y para planear salidas de la oficina aprovechando a tope tiempos y lugares a los que se va, según lo que haya que hacer, comprar, etc. Como en Kinshasa. Por lo demás, no se parece en nada. Lima tiene zonas bonitas, es agradable incluso para caminar, tiene de todos los servicios imaginables. En definitiva, ingreso medio alto, para variar. A fe que se nota. Están derribando casonas coloniales y post coloniales para construir bloques de depas. Se venden y se compran depas. Se alquilan depas. Se compran depas para alquilar. Se alquilan depas para comprar y así todas las combinaciones posibles. Hasta que aguante.

Otra cosa sorprendente: en Lima ante la duda, ponen una botica. Hay farmacias enfrente de farmacias y al lado de farmacias. El medicamento parece ser el negocio del siglo. Si todo me va mal en la cooperación, me montaré una botica en Lima...Ya que soy embajadora de buena voluntad del Espidifen, que te quita el dolor de cabeza, de muelas y de todo; por lo menos que me paguen por ello. En la parte de medicina natural, el Zambuk sudafricano, que te sana todo elemento extraño que te asome por la piel; equinacea para las defensas, contra resfriados varios; y salicaria para cortar de raíz casos agudos de disentería en inhóspitos parajes de la India, cuando el Fortasec y el caramelo de fresa hacen el mismo efecto, de los que también soy firme defensora. Ya huelo el negocio...

En cuanto al curro, por si no había expresado públicamente esto hasta ahora, os diré lo siguiente: el proyecto de cooperativas de mujeres en Ruanda es un caramelo para cualquier cooperante. Es el tipo de proyecto en el que todo cooperante quiere trabajar alguna vez en su vida, ese que marca la diferencia y mejora la vida de las personas. Como digo yo, cuando llevas un tiempo en terreno y ves muchos proyectos, adquieres ojo clínico y enseguida le ves los peros. Este proyecto en el que he trabajado hasta ahora tiene muy pocos peros, y yo he tenido la suerte de trabajar en un proyecto así muy pronto en mi carrera. Me considero afortunada y se lo agradeceré y reconoceré a medicusmundi siempre. El mérito es suyo al fin y al cabo.

Ahora he pasado de la maravillosa excepción que tanto he disfrutado de un proyecto con muy pocos peros, a la aplastante realidad mayoritaria de los proyectos hoy en día, que tienen bastantes peros. No es culpa de nadie, es lo normal, el problema es que yo he vivido en la excepción. También las exigencias fuera de Euskadi donde tradicionalmente hemos nadado en la ambulancia ;) (pero no os preocupéis, que ya no) parecen ser mayores, a unos niveles que rayan en el entorpecimiento del trabajo. Si yo hubiera querido ser registradora de la propiedad, hubiera sido registradora de la propiedad, pero me hice agente de desarrollo. Para fomentar el desarrollo. De las personas, se entiende. Es difícil compatibilizar esto con toneladas de papel que no hacen sino destruir lo que queda de Amazonas. Cuanto más corrupto es un gobierno, más transparencia exige a los demás (que coincide que están en el Sur) parece ser la premisa. Las ONG necesitamos pasta, así que callamos, otorgamos, y contribuimos a la destrucción del Amazonas con todo el papel que enviamos a las instituciones, ya sean vascas, no vascas, europeas, gringuitas o japonesas, y perdemos el tiempo en burocracia que poco tiene que ver con fomentar el desarrollo, ni con la transparencia. Tiene que ver con la desconfianza y con proyectar en otros las debilidades propias de uno. Porque si estás ocupado con todo lo que implica pedir, buscar o reenviar el papel, te conviertes en hormiguita y no reflexionas, y si no reflexionas, no llegas a conclusiones, y si no llegas a conclusiones, no molestas, que era una costumbre muy fea que tenían las ONG antes. En África lo llaman el negocio de la ayuda.

El negocio de la ayuda. Son palabras muy fuertes. A mi siempre me impactan.

Pero es verdad.

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