sábado, 25 de abril de 2015

Centro de Lima

Cogito ergo dubito

Teniendo en cuenta que los recursos económicos para cooperación son escasos, ¿hay espacio para que estos recursos se dirijan a países de renta media? y si es así, ¿debería ser esto una tendencia creciente o decreciente? y si la tendencia debería ser decreciente, ¿qué es lo que delimita el momento en el que se establece el fin de la ayuda?

miércoles, 15 de abril de 2015

Arequipa, Perú









Renta Media

Tengo una amiga que es una de esas oenegeras duras, expat de pura cepa. O lo fue. Se fue de Kinshasa a un país de renta media y volvió a Kinshasa. Hay que ser dura para eso. Ella me contaba que no se sentía del todo confortable en la tierra de nadie que es un país de renta media. A mí me cuesta procesar las cosas porque soy un poco lenta, pero por fin la entiendo.

No tengo claro que vaya a volver a Kinshasa, más bien pienso que no, al menos por ahora, pero al mismo tiempo, la entiendo. Un país de renta media, como éste en el que ahora vivo, se me hace extraño, me genera una cierta sensación de incomodidad. Hay muchos servicios, seguro, se ve prosperidad y desde luego hay dinero. Al mismo tiempo, están las consabidas bolsas de pobreza localizada y sobre todo, y esto es con lo que más dificultades me encuentro, la presencia de algunos de los inconvenientes que tienen los países en desarrollo: cierta lentitud en los procesos, cierto grado de incompetencia o dejadez entre los profesionales de todo tipo (hay gente muy profesional, una cosa no quita la otra) y otras cositas de este tipo. Lo que me hace sentirme incómoda, a mí personalmente, es mi manera de interiorizar todo esto.

Nunca he tenido problemas en África a la hora de asumir la lentitud, la dejadez, la vagancia, la idiocia o la simple y llana incompetencia. Siempre lo he atribuido a un desigual reparto de las oportunidades y a un proceso histórico diferenciado. Al mismo tiempo, siempre me ha fascinado ver cómo hay intelectuales que florecen, sufren y padecen en entornos que les son hostiles, y en los que sin embargo, generan la admiración de cuantos les rodean. Éstos últimos, como en todo contexto, abundan menos que los primeros.

Sin embargo aquí me cuesta aplicar la misma vara de medir, mi proceso mental es menos indulgente. Evidentemente el proceso ha sido distinto, evidentemente las oportunidades han sido distintas, pero me sorprende ver cómo el crecimiento económico llega antes que la calidad humana. En cierta medida, esto no es una crítica al Perú, sino una conclusión que aplica a nivel global, y que he ratificado por estar aquí.

Me ocurría, como alguno de vosotros ya sabéis, que cuando volvía de África a Europa sufría una especie de choque cultural. Por un lado, me abrumaba tanta norma y regulación, tanta tecnología urbanística, y a la par, esa endogamia de nosotros en relación con nuestro ombligo y la importancia que en sociedades del norte damos a las banalidades en general (cuya máxima expresión se puede observar en una reunión de vecinos, pero no exclusivamente).

Supongo que esto me coloca irremediablemente como firme candidata a vivir en países de renta baja, qué ironía que este pez, nadando, nadando, prefiera los fondos enfangados. Por suerte para mí, hay mucho de eso.